viernes, 17 de agosto de 2012

Despedida y bienvenida


La tribu de las Kombis, a pleno.
 
Si pensás que tu Embajada será tu salvadora cuando tengas un problema en otro país, lamento desilusionarte: ahí trabajan burócratas a los que sólo les importa mantener cómodo su culo en el sillón.

Resulta que entre tantos imprevistos se nos venció el plazo que nos autoriza migraciones para estar en Ecuador. No lo podemos renovar. Estamos ilegales. Si nos para un control de policía podrían deportarnos (un déjà vu a la salida del Perú). Además, ya se nos vence el plazo que nos dio la aduana para estar con la camioneta así que si no la sacamos cuanto antes del país, nos la secuestran.

Con nuestra respiración en la nuca los mecánicos terminan el trabajo y la camioneta sale del taller. Apenas tenemos tiempo de hacer unas pruebas y ya salimos hacia la frontera con Colombia escoltados por nuestra nueva familia en su Volkswagen Westfalia.

Durante la ruta logramos pasar desapercibidos en los controles policiales aplicando un método que aprendimos para hacernos invisibles (es simple: ponés una mano en la boca del estómago tapando cierta energía que emanamos con los chackras). Está comprobado, funciona.

En la frontera casi perdemos la camioneta en ese agujero negro que se forma cuando chocan la burocracia y un sistema informático estatal. Pero por suerte logramos sacarla de Ecuador y dejarla en Ipiales, la primera ciudad del sur colombiano.

Así queda la camioneta por un lado y nosotros por otro. Porque volvemos con nuestra nueva familia a Quito para salir de camping con “la tribu de las Kombis” que integra Carlos. Acampamos en un bosque de árboles de palta y pasamos un fin de semana extraordinario con este generoso, heterogéneo y delirante grupo de viajeros que curiosamente nos ve como mentores por el tipo de viaje que estamos haciendo y todo lo que superamos para llegar hasta acá.

A la noche, en una ceremonia con música, fuego, lágrimas de felicidad y palabras emotivas, la tribu nos augura lo mejor para nuestro futuro, nos convierte en miembros simbólicos y nos regala un tapiz indígena para que los recordemos en el resto del viaje.

Al día siguiente, nuestra familia -siempre firme- nos cruza de vuelta por la frontera hasta que nos reencontramos con la camioneta. Entonces sí, se hace impostergable la despedida y nos abrazamos hasta siempre.

Antes de salir de Argentina, mientras luchábamos con los preparativos, algunos viajeros nos alentaban asegurando que lo más difícil de un viaje es salir. Gran mentira. Antes de salir estás en tu lugar. Conocés hasta los atajos. Sabés dónde conseguir cada cosa o sabés a quién preguntar. Sabés a quién pedirle un favor y a quién pagarle. Salir es sólo una cuestión de tiempo.

Una vez que salís te encontrás con problemas de todo tipo excepto de los que ya conocés. Y tenés que resolverlos en una ciudad o un pueblito que pisás por primera vez, con gente nueva y que habla con sus propios códigos. Entonces, que me disculpen mis colegas viajeros, pero lo más difícil de un viaje definitivamente no es salir. Lo más difícil de un viaje es, en efecto, seguir.

Bienvenidos a Colombia.

Listos para salir, una vez más, desde la casa de Carlos e Ivonne.

La Volkswagen Westfalia y nuestra MB 180 salen hacia la frontera para escapar de la Aduana.

La caravana de "la tribu de las Kombis" en un alto en la ruta.

Con Carlos y Martina, en plena caravana de Kombis.

Marta, su hermanita Ana Julia y mamá Ivonne esperan el almuerzo.

Marta y sus amigos en la motorhome familiar.

Marcelita, amiga de Marti, con su malvavisco tostado.

Se arma el Kombicamping en medio del bosque.
Juan Carlos, uno de los miembros de la tribu, pintor, artesano y viajero empedernido.

Mamá Ivonne y Marta, felices de la vida.

Nada como un chocolate caliente en la mañana de un camping.

Marta y Juan Felipe, amigo de la familia, en un árbol gigante de paltas.


El tapiz indígena que nos llevamos de regalo. Se dobla al medio y simboliza que dos se vuelven uno.


Martina, sin los trámites de sanidad animal, cruza de incógnito la frontera.

Ahí vamos, para el norte, una vez más.

Colombia, país querido, por fin. ¿Qué nos estará esperando del otro lado?

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