lunes, 11 de junio de 2012

El idilio destrozado


Es difícil salir de un lugar donde no tenés ningún problema. Pero el viaje sigue así que nos vamos de Montañita y encaramos la ruta para el norte.

Llegamos a Canoa, otro lindo pueblito donde crece nuestro idilio. Dormimos frente al mar, compramos pescado y camarones a los pescadores que vuelven con sus lanchas, cocinamos y comemos en la playa misma mientras Martina colecciona cocos que destruye con una constancia rabiosa. Estamos tan felices que un poco nos preocupa.

Después de varios días así seguimos avanzando por la ruta del sol y llegamos al noroeste del país. Hoy, mientras manejo, tengo una sensación de miedo, una premonición que no llega a ser clara pero definitivamente no me gusta. Supongo que es mi cabeza que no para.

Avanzamos a 60 km por hora y todo está tranquilo, el paisaje costero de Ecuador es alucinante, sierras de vegetación, lindo mar, puestitos de venta de cocos al costado de la ruta. De pronto… prak! Tremendo ruido en el motor. Otro mazazo que nos destroza la fantasía. Tengo que frenar para mirar a este nuevo monstruo de frente pero desde ya me suena grande y peligroso. Avanzamos unos 10 metros y estaciono en la primera casa que veo. Es una cabaña perdida en la ruta. El dueño sale a la puerta alertado por el ruido a matraca gigante.

-       Perdón, buenos días. Tengo un problema, ¿puedo parar un rato acá con la camioneta? –le pregunto mientras trato de evaluar si es un asesino serial.

-       Claro, no hay problema. Yo soy mecánico y también tengo un Mercedes. –me contesta. Eso suena grave, hay algo roto dentro del motor.

Y el mundo se nos viene abajo por tercera vez en 2 países. En seguida también sale de la casa la señora, que se limpia las manos con un repasador y sonríe como entretenida con la situación. Pero nos ve abatidos y se conmueve. Marti le cuenta que venimos desde Buenos Aires, estamos cumpliendo un sueño y es la tercera vez que se nos rompe el motor.

-       En la vida todo pasa por algo. –nos dice con una sonrisa y la intención de consolarnos. Quizás ya sea el momento de volver, ¿no creen?


Yolanda, la encargada del camping de Montanita, nos despide.

Martina, adicta a los cocos.

Canoa, lindo pueblito de pescadores.

Puestitos de estos por toda la playa de Canoa.

Lindos días en Canoa.

Días, tardes y noches de idilio.




Ahí estamos, otra vez varados al costado de la ruta.

Nuestro nuevo hogar es al noroeste de Ecuador. 
Estamos en esta casita, con buena gente, quién sabe por cuánto tiempo.