martes, 13 de noviembre de 2012

La Flecha negra

“La Mimosa” no se puso mimosa con los operarios del puerto. Pero los operarios del puerto sí se pusieron mimosos con ella.


Resulta que recuperamos la camioneta y notamos que forzaron una reja de seguridad y nos robaron de todo. A saber: los anillos de casamiento, inversor de la batería, celular, disco externo, pasaporte vencido pero con visa vigente de EE.UU., súper cuchillo de cocina, súper auriculares, dos cajas de herramientas, trípode de cámara, lentes de lectura, dólar de la suerte, termo calentador de agua, estuche de CDs de Marti (incluido el primer CD que compró en su vida) y cada día descubrimos algo nuevo que nos falta.

Nadie se hace cargo y así nos recibe Panamá: con una lección para aprender a desprendernos de las cosas. Nos vamos rápido de la capital que nos sopapea con un tránsito endemoniado y pasamos un par de días en Boquete, lindo pueblito en medio de un valle.

Seguimos viaje rumbo al norte y cerca de la frontera con Costa Rica nuestra vida vuelve a cambiar gracias a otros dos viajeros argentinos. Son Belén y Jorge. Salieron hace 10 meses de su Córdoba natal y van rumbo a México en un Citroen del ´79 (con motor de 600 cc y 3 caballos de fuerza) conocido como “la Flecha negra”. El auto es su transporte y también el escenario de una función de títeres que hacen en escuelas.

Belén es psicóloga, hipersensible, hipergenerosa, con gran oído musical heredado de su viejo y tan preocupada por la limpieza como Marti. Jorge es profesor de educación física. El tipo no es un soñador. Es un visionario, o sea, un soñador de una categoría más elevada. 
Cuando te cuenta cómo imaginó el viaje o algún proyecto extravagante que tiene en mente, le brillan los ojos y sonríe como niño en Navidad. El muy culeao no habla al pedo. En algún momento va a concretar todo lo que quiere.

Entre los dos forman un equipo perfecto. Tienen el corazón para imaginar un delirio, la cabeza para planificarlo, la fuerza de voluntad para concretarlo y la paz interior para ignorar a esa gran cantidad de falsos consejeros que te dicen que lo que imaginás es imposible.

Con ellos compartimos un par de días en Panamá y sentimos que el equipo se agranda. Hay armonía, risas, charlas profundas, risas, confesiones privadas, risas. Todo fluye con naturalidad. Decidimos cruzar la frontera y seguir juntos a Costa Rica.

“La Flecha negra” y sus ocupantes son la sensación de la ruta. Una verdadera atracción turística. La gente les toca bocina y los saluda. En las estaciones de servicio siempre se les acerca alguien para hablar y los curiosos se sacan fotos que suben al instante.

Siguiendo los principios de la aerodinamia, “la Flecha negra” viaja adelante y “la Mimosa” atrás. Y ahí vamos. Como equipo. Como compañeros. Como amigos. Como hermanos. Como lo que seamos, pero juntos. La sensación de viajar en caravana es alucinante. 


Zona de la cinta costera, en Panamá city.

Mega edificios y tránsito imposible.

Vista de la cinta costera desde el centro histórico.

El centro histórico de Panamá, patrimonio cultural en restauración.

Aborígenes con vestimenta típica pasean por el centro histórico.

Marti y Martina en la plaza principal del casco antiguo.


Boquete, un pueblo en el centro del país. Valle, ríos, cascadas. Y un poco de fresco, por fin.

Nano-siesta a la orilla de un río.


Valle escondido, en Boquete.

Marti y Martina caminan por Boquete.

Ahí estoy en el puente con Martina.

Acá pasamos la noche, justo al lado de la cascada.

Vinito y un poco de fresco al lado del río.

Cocinando al lado del río.

Niña de una comunidad aborigen, en Boquete.

Amanecer entre el río y la cascada. Nos preparamos para desayunar.

Un alto en una estación de servicio, a la salida de Boquete. 




"La Mimosa" y "La Flecha negra" se encuentran en un estadio de béisbol.

¿Alguien me puede explicar qué hacemos acá??

Marti agarra wifi en la tribuna alta.

Ahí va "La Flecha negra" esquivando el tránsito.

"La Mimosa" y "La Flecha negra", juntas en el mar.

Jorge y Belén, de Córdoba a México.

"La Flecha negra", Jorge y Belén. Ahora y mientras podamos, juntos.