viernes, 5 de octubre de 2012

La Catedral de sal S.A.



Cada vez que salimos de una ciudad nos cuesta. Porque salimos de esa comodidad que sin darte cuenta te atrapa. Nos vamos de Bogotá y pasamos por Zipaquirá. Dos horas y media al norte.

Zipaquirá es un lindo pueblito que tiene uno de los atractivos turísticos más importantes de Colombia: la Catedral de sal.

Dice en la web:
“La catedral de Sal de Zipaquirá es uno de los logros arquitectónicos y artísticos más notables de la arquitectura colombiana, otorgándosele incluso el titulo de joya arquitectónica de la modernidad. La importancia de la Catedral radica en su valor como patrimonio cultural, religioso y ambiental.”

Entrás caminando por un túnel y empezás a bajar a las profundidades. Te vas metiendo en las entrañas de la montaña, dentro de una gigantesca mina de sal mientras pasás por estaciones del Via Crucis talladas en las paredes de halita.

Llegás a lo más profundo y la imagen es impactante: una Iglesia enorme a 180 metros bajo tierra. Es un templo consagrado como Catedral. Paradójicamente se respira olor a azufre. Es el olor del Infierno.

Como visita turística es recomendable. Pero no nos engañemos: no es una catedral. Es una empresa. Aunque al principio nos indignó que cobren (10 dólares) para entrar a una Iglesia, después te ponés a pensar y no resulta tan sorprendente que la Iglesia participe de un negocio aunque implique complicarte la entrada a la supuesta casa de Dios.

Para mí, la Catedral de sal es un reflejo perfecto de la situación actual de la Iglesia católica como institución: hundida, oscura y bien cerca del Infierno.

Respeto a la fe católica -como a cualquier creencia- porque le da paz y esperanza a millones de personas. Pero la Iglesia como institución está muy lejos de ganarse mi respeto. Después de las atrocidades que cometió en el pasado –de pensamiento, palabra, obra u omisión– y otras tantas que se manda en el presente, este dinosaurio espiritual tiene que hacer una profunda autocrítica y dejar de priorizar la política a la acción, el materialismo a la espiritualidad y la moral al amor. Benedicto: a ver cuándo te sacás los anillos y metés un poco las manos y las patas en el barro que al menos en Latinoamérica hay mucha gente que necesita un poco de paz. Rápido. 















Turista con plata: compra tu recuerdito de la Iglesia! Vamos que se agotan!