lunes, 25 de junio de 2012

La bruja colorada


Esta zona del noroeste del Ecuador es una tierra de gente efervescente. Los primeros pobladores fueron esclavos negros. Algunos llegaron escapando de plantaciones de caña tierra adentro y otros naufragaron en un barco cerca de la costa, mataron a sus dueños y se instalaron acá.

Desde entonces hay una fuerte impronta africana. En cada pueblo hay algún chamán, vidente, curandero o brujo que practica magia blanca, negra, roja, verde, o todas juntas. La magia verde, con plantas y hierbas, es la que aplican los indios. La roja, con sangre de distintos animales, la practican sobre todo los negros.

Una tarde Marti empieza con un dolor de panza importante y tremenda cefalea. Entonces Rita, que conoce los secretos de la medicina natural, aplica sus primeros auxilios: agua con limón y una hoja de col en el abdomen. Obligada por el entorno campestre y con la increíble diversidad vegetal de este país, Rita supo criar a su nieto curándolo con preparaciones basadas en hierbas, plantas y frutos locales.

Pero el tratamiento no funciona. Los síntomas empeoran y ya pienso en viajar a Esmeraldas, la ciudad más cercana, para encarar una solución médica tradicional. De pronto Rita señala otra conclusión: está ojeada.

No me sorprende. Con más de un 90 por ciento de la población negra, a una rubiecita como Marti la miran desde todos los rincones y justo esa mañana habíamos estado paseando por el pueblo.

Es un trabajo para la “colorada” Quiñones. No perdamos tiempo. Vamos a buscarla.

La “colorada” Quiñones es una bruja del pueblo, una risueña mujerzota, amiga de Wilson y Rita, que tiene fuertes poderes mágicos en sus genes y lo demás lo aprendió durante los años que vivió con los brujos colorados, una tribu indígena del Ecuador.

Hay tres clases de estas energías nocivas, cada una con diferente origen y potencia: “mal de ojo”, “malaire” y “espanto”. Conseguimos rápido los remedios para curar cualquiera que sea: un huevo natural de gallina, aguardiente de caña, ruda y flor amarilla.  

Como un trabajo que hace todos los días, concentrada, la “colorada” Quiñones se lava las manos con el aguardiente y la savia de las hierbas y le pasa a Marti el huevo por el cuerpo mientras murmura frases inaudibles en un ritual que demanda calma y respeto.

Cuando termina, la bruja toma el huevo –que absorbe las energías negativas– lo rompe en un vaso de agua y confirma el diagnóstico: típico “mal de ojo”.

Marta mejora en cuestión de minutos y después de otros dos días de tratamiento se termina de curar. Ahora, como protección, usa una cinta roja de pulsera. Santo remedio.


La "colorada" Quiñones, en la puerta de su casa.

Remedios recetados: huevo natural de gallina, aguardiente y hierbas varias.



Marta (no muy tranquila) en la previa.

La "colorada" en acción curando el mal de ojo.


Momento crucial para conocer el diagnóstico.

Esas formaciones fantasmagóricas indican mal de ojo.

La "colorada", Rita y Marta post-tratamiento. Shockeada, pero más tranquila.