jueves, 21 de junio de 2012

Operativo repuestos II

Wilson y Rita nos adoptan y nos cuidan como sus hijos así que me voy tranquilo porque Marti y Martina van a estar bien. El viaje a Bogotá implica separarnos por primera vez en 5 meses y la despedida es triste pero inevitable.

Rita me regala un escapulario protector y reza por mí porque tengo que internarme y cambiar buses de madrugada en la zona más peligrosa del país, plagada de traficantes de droga, combustible y armas para las FARC. Además me advierten que esté atento porque en el último tiempo están robando mucho con machete o burundanga. Ok. Lindo paseo me espera.

Salgo de la casa en esa última esquina de la noche cuando los grillos y los gallos cantan juntos y me alejo con el bondi que atraviesa la selva tropical.

En estos últimos días creo que aprendí a salir de la postura de víctima, a dejar de preguntarme “por qué nos pasa a nosotros”, y acepto sin cuestionar esta realidad que nos toca. Me doy cuenta de algo que me sirve: con esta actitud de aceptación cambio mi percepción sobre los problemas y ya no los siento como una carga pesada que tengo que llevar al hombro sino que los tengo en bandeja.

Después de 36 hs. llego sin problemas a Bogotá y me recibe una amiga de Marti en la casa de su familia. Es Juanita, que se transforma en mi alegre, rápida y eficiente guía personal por la ciudad.

A la mañana siguiente intercepto a mi hermano Hernán en el aeropuerto y nos chocamos en un abrazo que me lleva de vuelta a casa por 10 segundos. Hernán me deja los repuestos para la camioneta y una dibujocarta de mis sobrinos Iñaki y Facundo que me pianta un lagrimón y me impulsa de nuevo a la aventura.

Después de 24 hs. en Bogotá emprendo mi regreso. Llego a la frontera. Me encuentro con otro desafío: tratar de no llamar la atención de los oficiales de aduana para zafar de pagar el 35 % de impuestos por entrar repuestos de auto.

El problema es que voy cargado con dos mochilas, un paquetote con repuestos varios y una caja con el cigüeñal de 40 kilos envueltos en ese plástico verde fosforescente que le ponen en el aeropuerto. ¿Cómo hago para no llamar la atención? Tengo que cruzar caminando un puente de 100 metros patrullado por los oficiales de la aduana. Tá difícil. Pero no hay otro camino. Me mando.

Camino como pingüino pero los bártulos pesan tanto que cada 10 pasos tengo que frenar, bajar los paquetes, acomodarlos de otra forma y avanzar otro tirón de 10 pasos. Debo estar dando un espectáculo pero parece que estoy con suerte porque nadie me para. Logro cruzar el puente, paso la aduana y me subo al bondi que me saca de ahí.

De las últimas 96 hs. paso 72 arriba de micros. Pero vale la pena. Porque llego sano y salvo a la casa con los repuestos y listo para volver a trabajar con Wilson. A ver si de una vez por todas logramos arreglar este motor que además de aceite y combustible literalmente ya nos consumió ilusiones, tiempo, plata, sangre, sudor y lágrimas.





Escapulario y ágatha. Acumulo protecciones.

Control militar 1.

Control militar 2.

Bogotá: cenando panqueques y mirando tv con la extraordinaria familia de Juanita.

La dibujocarta de mis sobrinitos. Combustible extra para seguir.


Encuentro fugaz y feliz. Gracias, Hernie!!!