jueves, 17 de mayo de 2012

Montañita


En cuanto llegás a este pueblito sentís que te atrapa. Hay algo en Montañita que te dan ganas de quedarte a vivir. Pero después a la noche te agarran los mosquitos kamikazes que te chupan ese impulso romántico.

A pocos días de haber llegado, conocemos a Carlitos, un argentino, artesano y actor que trabaja para ayudar a los perros. No sé si será una estrategia de marketing o pura ternura, pero el tipo camina por la playa vendiendo aros y pulseras con un cachorrito que atrae a todas las chicas.

Carlitos vive acá desde hace un par de años. Conoce bastante. Nos cuenta que Montañita da para todo. Podés quedarte con la primera impresión que te muestra lo superficial o ir un poco más al fondo y sumergirte para aprender alguna lección. Depende de vos.

Todo sucede en un radio bastante chico. Las callecitas del centro son peatonales. Caminás cuatro cuadras y ya estás en los arrabales del pueblo. De noche está todo abierto. Desde los bares hasta las verdulerías. Menos japoneses sacando fotos, encontrás personajes de todo tipo. Gringos y europeos tomando cerveza, rastas que pasan sonriendo, surfers, artesanos, algún skater, muchos músicos y la doña prieta de la lavandería, apoltronada en la puerta, gritándole a dos pequeños demonios que dejen de correr entre los canastos y se vayan a dormir, que ya es la hora.

En un paseo nocturno, salgo del camping y me cruzo entre las sombras con un pibe con una remera que me llama la atención: “Aquí comienza tu aventura”, llego a leer. En seguida, de puro supersticioso, le asigno un significado mágico. Andá a saber. Después de todo esto se escribe a medida que las cosas pasan.

Llego al pueblo en las primeras horas de la noche y en una esquina veo a un tipo contento, como esperando alguien. Es un flaquito nativo de pelo largo y barbita, vestido con una túnica blanca, con aire desgarbado y sonrisa permanente. Me da la sensación que sabe algo. De curioso me acerco, lo saludo y me presento.

-       ¿De dónde sos? –le mando la típica pregunta turística.

-       Yo nací acá en Montañita –me contesta con la sonrisa de siempre y me sorprende porque son muy pocos los que nacieron acá. La mayoría de los habitantes se instaló en estos últimos años. Eso me impulsa a preguntarle más cosas.

-       ¿Y cómo ves el pueblo? ¿Cambió mucho en el último tiempo?

-       Ufff… muchísimo. Esto hace 20 años tenía una energía especial, era una comunidad pacífica, vivíamos de la pesca y de lo que cultivábamos. Después vino toda la gente y esto se llenó de maldiciones.

La charla se corta de pronto. Lo vienen a buscar. Apenas llegamos a despedirnos que ya se alejó 5 metros. Me lo dijo, pero ni me acuerdo cómo se llama. Será cuestión de seguir atentos a ver qué más nos encontramos por acá. 


Marti, el cachorrito y Carlitos. ¿Marketing o ternura? 




















A tres cuadras del centro vive la gente del pueblo.

Lindo backstage de Montañita.

La Iglesia del pueblo.

Lo más lejos que podés estar de la playa son 4 cuadras. 

Domingo 7 AM. Los pibes siguen la rumba de anoche.

Al frente artesanías, al fondo las bici-ceviche.

Si pensás venirte a vivir, 150 dólares por mes una habitación. Podés comer un pescado frito con ensalada por 2 dólares. Eso sí: traete repelente.

Otra linda vista de la parte turística del pueblo.