martes, 11 de diciembre de 2012

Sueño cumplido



Nos asustó una sombra maligna a sólo 50 km de casa. 
Fuimos ayudados por un duende en las sierras de Córdoba. 
Quedamos atrapados en un pueblo fantasma y logramos escapar de noche, escoltados por la policía y andando a lo largo de las vías de un tren. 
Sobrevivimos al caos de “el alto” en Bolivia.

Compartimos una mañana con los habitantes de las nubes en su habitat natural.
Llegamos a nuestro primer mar (congelado) en el sur del Perú.
Se nos rompió el motor por primera vez y quedamos varados en una ciudad blanca. 
Por un nuevo problema en el motor fuimos remolcados 700 km por un camión de cebollas y llegamos a Lima con un empujón de Dios.
Nos encontramos con nuestros alter egos del futuro.
Vivimos en comunidad en Montañita y toqué en una banda de salsa. 

En una noche oscura me crucé con un enviado del diablo.
Con plena conciencia de la realidad cumplí un sueño dentro de otro sueño y anduve flotando por las calles.

Otro problema mecánico nos dejó viviendo en la casa de un gigante y su esposa humana.  
Conocimos a una bruja que ayudó a Marti con rituales ancestrales. 
Para buscar un repuesto pasé por zonas controladas por narcos y guerrilleros y volví a casa por 10 segundos cuando abracé a mi hermano en Bogotá.


Escapamos justo a tiempo de la furia del gigante y fuimos rescatados por un ángel argentino y su familia. 
Nos convertimos en miembros simbólicos de una tribu que anda en Kombi. 
Logramos cruzar un par de fronteras justo a tiempo antes de que nos secuestraran la camioneta o nos deportaran a nosotros. 

Un capitán borracho nos dio una curiosa bienvenida a Colombia, y en Bogotá pasamos días de placer con buenos y grandes amigos. 
En nuestra primera playa del Caribe conquistamos la felicidad y se nos abrieron las puertas de Cartagena gracias a la música y al amor de nuevos amigos viajeros. 

Para cruzar a Panamá abordamos el velero del terror. En medio del océano vivimos una pesadilla y sentimos que la muerte nos respiraba en la nuca, pero llegamos y festejamos en un paraíso indígena.
Nos encontramos con “la Flecha negra”, viajamos en caravana por los cielos tropicales y llevamos música y títeres a una comunidad nativa. En Costa Rica descubrimos el "Love Hotel" y conocimos a todos los habitantes de San José en un par de tardes de música callejera. 

Pulverizamos las fronteras de centroamérica. Desde que salimos de Buenos Aires, cada mañana, cuando agarrábamos la ruta, nos encomendábamos a Dios. Sabemos que nos acompañó y que sigue con nosotros. 

Fuimos empujados o remolcados varias decenas de veces, por grúas, autos, camionetas y por los mensajes de amor de nuestra gente.

Aprendimos un método comprobado para hacernos invisibles. Aprendí a descifrar la energía de los lugares y de las personas. Aprendimos una infinidad de cosas y en casi un año de viaje vivimos experiencias tan intensas como en 5 años de nuestra vida pasada. Vivimos una gran transformación en este alucinante viaje interior.

Pasamos por selvas, bosques y desiertos, lagos, mares y ríos, túneles y puentes, sierras, montañas y volcanes, rutas de asfalto, de piedras, de tierra y de arena. Nos metimos hasta las entrañas de la mayoría de los países de Latinoamérica. 

Y así, después de 11 meses de viaje, llegamos a México. A Tulum, para ser exactos. Tuve la suerte de viajar bastante y este pueblo-ciudad en el caribe mexicano es lo más parecido que conozco a mi imagen de un paraíso ideal. Hasta acá queríamos llegar. Acá queremos estar, en esta zona de la Riviera maya. Éste era el objetivo último, el destino soñado. Y llegamos. ¿Por qué no te lo conté antes? Supongo que por cábala.

Para llegar a cumplir este sueño, me caí y me levanté tantas -pero tantas- veces que al final aprendí directamente a caer parado. Más práctico.

Parece que nos acercamos a los últimos capítulos de estos "diarios de motorhome". En Tulum y en la Riviera maya pensamos quedarnos por un par de meses. Después veremos cómo seguirán nuestras vidas. Quizás volvemos, quizás seguimos viaje. Nunca se sabe. Una vez más, todo puede pasar.  


Típico momento casi cotidiano: estudiando mapas.


Un cambio de planes a último momento nos llevó a México vía Belize. Un poquito más arriba de Belize está Tulum pero se nos acabó el mapa.


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Moto-taxi hasta las manos en la frontera Belize-México.

Desde que salimos queríamos ver este cartel.

Playas del paraíso, en Tulum, México.

Primeras imágenes del paraíso. Muy pronto más fotos.
"La Mimosa" nos hizo sufrir, pero nos trajo donde queríamos.

Acá estamos los tres en el paraíso. ¿Cómo seguirá la historia?