lunes, 13 de agosto de 2012

En familia

La situación de la que salimos fue la más difícil que nos tocó vivir desde que empezamos el viaje. Rescatamos la camioneta con el motor a medio terminar de la casa de un gigante borracho, armado y con impulso suicida. Todo fue gracias a Carlos que nos remolcó hasta Quito.

Carlos nació, creció y vivió toda su vida en Argentina. Es hincha de San Lorenzo. Fue jefe eléctrico en más de 150 largometrajes. Trabajó con todos: desde Brad Pitt hasta Olmedo y Porcel. Vive en Ecuador desde hace 12 años. Ahora tiene un camión refrigerado y transporta rosas que se exportan a Europa y llegan hasta Siberia (dicen que las ecuatorianas son de las rosas más perfectas del mundo). Carlos no sólo deja de lado su tranquilidad para ayudar a los demás sino que se embarra hasta el fondo del pozo hasta que te saca. Es un viajero agazapado. Integra un grupo de fanáticos de las kombis. Tiene una Volkswagen Westfalia armada como motorhome y busca el momento perfecto de rumbear para Argentina.

En cuanto llegamos a la ciudad…

-Carlos, necesitamos buscar un hospedaje donde acepten perros. –le comento, por si puede orientarme.

-¿Estás loco? –me dice. Mi mujer ya preparó todo. Se quedan en casa.

Un poco para no despreciar la invitación y otro tanto para patear el problema, decidimos pasar la primera noche en su casa a modo de prueba. Si nos sentimos incómodos o algo, nos vamos a un hotel con cualquier excusa. 

Así conocemos a Ivonne, su mujer, y Ana Julia, su hija adolescente. Tienen dos perras Cocker: Charito y Pipona. Pipona está vieja y no la puede morder a Martina porque ve todo blureado y no tiene ni dientes. La jodida es Charito. La encierran en el patio.

Nos instalamos en un ático enorme y acá pasamos varios días en el otro extremo de las sensaciones. Golpeados, nos dejamos caer en los brazos de esta familia, y tenemos una sobredosis de amor que nos infla las ganas de seguir. Marta vuelve a sonreír. Es que Ivonne y Carlos son el amor y la buena voluntad, respectivamente.

Mientras terminan de armar el motor de la camioneta en un taller de confianza de Carlos, nos integramos a la dinámica de la casa y volvemos a respirar lo mejor de aquella feliz rutina de familia unida. Ivonne adopta abiertamente a Marta como su hija y a mí como su yerno. Carlos es el papá de Marta, Ana Julia su hermana y se termina de desvirtuar hermosamente el árbol cuando determinan que Martina es la nieta de Ivonne. Desayunamos todos juntos (si es que Ana Julia se levanta), nos llevan a pasear por Quito y nos dan milanesas, vino tinto, pastel de papas, empanadas, mate, dulce de leche, pizza y acento nacional. Amor y argentinidad. Justo lo que necesitábamos.



Nuestra nueva casa, con Internet y solcito de la mañana.


Marta en la entrada de casa, con Ivonne, Carlos, la Volkswagen y Martina siempre en el medio.


Mateando con Carlos, Marta e Ivonne en la motorhome Westfalia.

La Pipona, viejita pero aventurera. Le puso los puntos a Martina.


Hija, madre y nieta en la Westfalia de Carlitos. 



Paseando por el centro histórico de Quito, con Juan Felipe, hermanito, primo, sobrino o lo que sea, pero parte de esta nueva  familia.

Calle La Ronda, en Quito. Visita obligada del turista.

Entrándole al "Canelazo", bebida caliente típica de la sierra ecuatoriana: jugo de naranjilla, aguardiente y agua de canela.

Panorámica de Quito. Muy linda ciudad.

En "La mitad del mundo", otra visita obligada en Quito.

Monumento a algo, en "La mitad del mundo".

¿Tendremos que cambiar la camioneta por una de éstas?

La Volkswagen de Carlos, en la basílica de Quito.




Con dos amigos de Carlos y su Kombi.



El interior de la Kombi del amigo de Carlos. Martina! Salí de ahí!

¿Podés creer que caemos justo un par de días antes del cumple de Carlos? Acá estamos de festejo.

La tribu de las Kombis a pleno y nosotros felices.

Nuestra nueva familia. Gracias por tanto amor. Los queremos mucho.