domingo, 13 de mayo de 2012

Problemas y soluciones


Otros viajeros nos habían dicho que lo más difícil de un viaje es salir.

Mentira.

Salir fue lo más fácil. Después vino esto. Sin contar los problemas mecánicos, claro.

-       La heladera nunca funcionó. Compramos otra.
-       El desagüe de la ducha en el piso del baño estaba mal. Lo arreglamos.
-       La alfombra de las paredes hacía estornudar. La sacamos.
-       Se nos rompió el anafe para cocinar. Lo arregló Edgar.
-       Se perdió un celular con mucha información. Nos resignamos.
-       Fedex y la aduana de Perú nos la complicaron con los repuestos.
-       Mi ropa se venía abajo del estante en cada loma de burro. Se arregló.
-       El conversor de 12 a 220 volts se rompió. Compramos otro.
-       A Martina le dio alergia. Vimos veterinarios en varias ciudades.
-       Nos quedamos sin combustible en una ruta de montaña, de noche y en medio de una nube. Zafamos con el bidoncito de emergencia.

4 meses, 3 países y 9000 kilómetros después, parece que todo se empieza a acomodar. El Tetris humano y canino está aceitado, tenemos cierta forma de telepatía que resulta muy práctica y ya sabemos más o menos dónde guardamos cada cosa, incluso el gas paralizante. 
Ahora avanzamos por la famosa ruta del Sol, en Ecuador. Es una vía que cruza gran parte del país a pocos metros del océano Pacífico. Así llegamos a Montañita, un pueblo turístico con aire caribeño. Está lleno de barcitos con mesas en la calle, puestos de tragos, frutas, artesanías, guitarras, tablas de surf y bicicletas que pasan vendiendo ceviche. También hay muchos argentinos. Los reconocés por ese aire particular y ese típico caminar arrastrando las patas.

La playa está buena. No es muy amplia pero es limpia y el agua está a una temperatura extraordinaria, aunque no nos molestarían un par de grados más. Este es el primer lugar donde Marti puede hacer lo que más le gusta y se queda horas en el agua. Pasa las olas de todas las formas imaginables y a veces las olas la pasan a ella.

Estamos en un camping a un par de cuadras de la playa. Hay otras personas de varios países que viajan como nosotros, sin planes ni fecha de regreso. La mayoría trabaja. Hay unos músicos con los que tocamos cada noche, otros que laburan en restaurantes del pueblo y un par de chicas que hacen swing en los semáforos. Una se llama Karen, es chilena y hace gemoterapia desde hace varios años.

Un día Karen me hace acostar en una colcha y con una piedra pendular me mide los chakras.

-       Nunca había visto una cosa así –me dice, preocupada.

-       ¿Estoy muy mal? –le pregunto hipocondríaco.

-       Tenés mucha energía pero está totalmente bloqueada. Voy a hacerte una sanación con las piedras. ¿Vos creés en esto?

-       Mirá, siempre voy a creer en cualquier cosa que me pueda ayudar. Así que dale con fe.

Karen busca las piedras especiales para mi caso y hace su trabajo. Me receta ágatas violetas. No sé si la gemoterapia me funcionó pero no puedo negar que estoy más relajado. Estamos viviendo los mejores días desde que salimos de Buenos Aires así que todavía ni nos preguntamos hasta cuándo nos vamos a quedar en Montañita. 

Ahora, estos son nuestros únicos problemas:

- Las picaduras de mosquitos a la noche. Se arreglan con espiral y repelente.

- Las olas de la orilla que nos llevan las ojotas.







Esto significa que está por salir y quiere un café.

Atardecer en Montañita.