jueves, 26 de enero de 2012

Atrapados en el pueblo fantasma



Después de unos días perfectos con sol y río cerca de Salta, llegamos al límite con Bolivia y esquivando vendedores ambulantes cruzamos justo a tiempo la frontera. Detrás de nosotros cierran el paso. Es que a las 12 de la noche empieza un paro general con bloqueo total de rutas. Los campesinos reclaman regalías por el gas explotado que pasa por sus tierras.

Pocos kilómetros al norte de la frontera está Villamontes. Llegamos ahí para pasar la noche, sin saber que el pueblo es el epicentro de la protesta. En cuanto entramos, un grupo de manifestantes corta la ruta y desde este momento nadie -absolutamente nadie- puede entrar ni salir del lugar.

Un vecino nos advierte: “Ni se les ocurra tratar de cruzar el piquete”. Nos cuenta que los paisanos pueden ponerse violentos y hay borrachos con manoplas pincharruedas dispuestos a atacar a quien se atreva a merodear. Perfecto. Entendemos el mensaje. Estamos atrapados. Todos los vecinos se suman a la protesta y nadie sale de sus casas. El pueblo está desierto. Cada tanto un heladero pasa en bicicleta, alguna mujer camina con paraguas y desde lejos se burla de nosotros una chacarera que habla de la libertad.

Lo único que podemos hacer es esperar. Pero esperar acá es una tortura. Hace calor, calor pesado, calor en serio. Calor que te hincha la cara y te achina los ojos. Respirás y transpirás. Si tratás de moverte el mismo calor te frena de una patada en la cabeza. Y si amagás con recuperar la conciencia el sol te fulmina para dejarte de nuevo como zombie. Así que te conviene quedarte quietito, y más te vale hablar poco.

Marti desafía los 40 grados jugando a la escondida con unos vecinitos. Lo bueno de estos pueblos es que nada ni nadie te puede interrumpir así que podés jugar durante horas. Yo me siento a la sombra en una reposera, con un sombrero de bolsa de hielo, a mirar pasar las cosas. Las bicicletas son buenas porque van despacito y te dan mucho tiempo para ver. Las camionetas son todo lo contrario: una sorpresa abrumadora por pocos segundos. Con la mente anulada éste es el único entretenimiento posible.

Así es ahora nuestra vida, atrapados en el pueblo fantasma. Dicen que por unos pocos días. A mí me suena que es para siempre. 

Marti juega a la escondida.


Sus amigos la llaman "Doña Marta". 


La señora del paraguas.

El momento más emocionante del día.