Hoy me
cuesta escribir. Debe ser que me gusta escribir sobre problemas. En algún
momento llegué a pensar que quizás me los busco sin querer. Todo sea por
escribirlos. Pero en definitiva es una cuestión de rachas, ciclos, etapas,
temporadas o eras -como te guste- pero te aseguro que en algún momento la paliza
termina y uno vuelve a respirar un poco de paz.
Después de
Ipiales encaramos para el norte y pasamos rápido por las ciudades de Pasto,
Popayán, Cali, Armenia e Ibagué. Cruzamos “la línea”, la ruta más complicada y
alta del país y la camioneta se la bancó bien. Ahora estamos en Bogotá y el
placer es absoluto.
Todo
aparece fácil, todo se nos ofrece, tenemos todo lo que queremos. El viaje cobra
pleno sentido una vez más y entendemos que valió la pena haber pasado por lo que
pasamos para vivir esta felicidad que disfrutamos al instante, porque sabemos
que es escurridiza. Hoy, en este preciso momento, la atrapamos y la estamos
estrujando.
Ya habíamos
estado en Colombia y los dos teníamos la misma impresión que estamos
confirmando: las personas son cálidas, alegres, se empecinan en ayudarte. En
una estación de servicio, en una panadería, en la ruta, en un bar. Pasan los
días y no dejamos de sentirnos bienvenidos.
Nos
encontramos con Natalia, una gran amiga de Marta, dispuesta a sumarse a todos
nuestros planes incluso los que impliquen no ver a nadie. Con su novio Héctor
nos invitan a su casa a comer, a dormir, a bañarnos, a desayunar, a lavar ropa.
Nos dicen que estamos en nuestra casa y te aseguro que no es una frase hecha.
También
vemos a Enrique, un amigo veterinario, que revisa a Martina y le regala de
todo. Nos invita a un asado en su casa y con su mujer, Rebeca, también nos ofrecen
lo que necesitemos. Pero lo
mejor es que no necesitamos nada. Todo fluye sin problemas y nuestra sensación de
alegre tranquilidad es permanente.
Estacionamos y vivimos en el “Parque de la 93”, una de las zonas más
exclusivas de la ciudad. Hay plaza para Martina y bares para nosotros, además
de carteles de “prohibido estacionar” por todas partes. Nuestros amigos están
sorprendidos: dicen que a cualquiera que estaciona donde estamos nosotros la
policía lo saca en 10 minutos. Nosotros estamos hace una semana y nadie nos
dijo nada. Recién hoy a la mañana, un agente para en una moto y empieza a
estudiar la camioneta. Mira la patente, mira el portaequipaje, se acerca a la
ventana.
-Buenos
días. –me asomo con cara de simpático. ¿Hay algún problema?
-Es que hace
una semana que están parqueando aquí y está prohibido. –me contesta el policía.
La gente sospecha, empieza a preguntar quiénes son, qué hacen.
-Hace 7
meses salimos de Argentina, venimos con mi mujer y nuestra perra viajando por
Latinoamérica. En unos días seguimos para el norte.
-Ah, qué
chévere! Ok, no hay problema. Sigan, sigan, tranquilos.
El policía
se aleja mientras reporta la situación por radio. Con Marta empezamos a
desayunar. Encima de todo tienen rico café. Pensar que de algunos lugares nos hemos tenido que
escapar y de acá no nos podemos ir. El viaje sigue, siempre y cuando algún día podamos dejar Bogotá.
Paisaje de la ruta conocida como "la línea", entre Armenia e Ibagué. |
Acá charlando con un amigo, en un alto en la ruta a Bogotá. |
Martina, copilota fiel. |
Nuestra casa en el Parque de la 93. |
Nati y Marta, en un bar del Parque de la 93. |
Marti y su gran amiga, felices de la vida. |
Marti juega a la Xbox en lo de Héctor y Nati, otra de nuestras casas en Bogotá. |
Manos en la masa en la cocina de Enrique. |
Deliciosa cena en lo de Enrique y Rebeca, otra de nuestras casas en Bogotá. |
Marti feliz con la invasión Yorki en la casa de Enrique. |
Salud, amigo. Gracias por todo. |
La policía nos ignora en el parque de la 93. |
3 MANHATTANS Y NO ME DIJISTE NADA! NO TE ACORDASTE DE TU AHIJADAAAA?
ResponderEliminarsi Pi, era sorpresa!!!!!! te quiero! Mar
Eliminarobvio que es tu casa! Ojalá vinieras mas seguido! Hoy te espero con la ropa jejenjejenejejejejej
ResponderEliminarSalgo a correr y si les copa están invitados a desayunar esta vez si colombiano tipico