Esta zona
del noroeste del Ecuador es una tierra de gente efervescente. Los primeros pobladores
fueron esclavos negros. Algunos llegaron escapando de plantaciones de caña
tierra adentro y otros naufragaron en un barco cerca de la costa, mataron a sus
dueños y se instalaron acá.
Desde
entonces hay una fuerte impronta africana. En cada pueblo hay algún chamán,
vidente, curandero o brujo que practica magia blanca, negra, roja, verde, o todas juntas. La magia verde,
con plantas y hierbas, es la que aplican los indios. La roja, con sangre de
distintos animales, la practican sobre todo los negros.
Una tarde Marti empieza con un dolor de panza importante
y tremenda cefalea. Entonces Rita, que conoce los secretos de la medicina natural,
aplica sus primeros auxilios: agua con limón y una hoja de col en el abdomen. Obligada
por el entorno campestre y con la increíble diversidad vegetal de este país, Rita
supo criar a su nieto curándolo con preparaciones basadas en hierbas, plantas y
frutos locales.
Pero el tratamiento no funciona. Los síntomas empeoran y ya
pienso en viajar a Esmeraldas, la ciudad más cercana, para encarar una solución
médica tradicional. De pronto Rita señala otra conclusión: está ojeada.
No me sorprende. Con más de un 90 por ciento de la población
negra, a una rubiecita como Marti la miran desde todos los rincones y justo esa
mañana habíamos estado paseando por el pueblo.
Es un trabajo para la “colorada” Quiñones. No perdamos
tiempo. Vamos a buscarla.
La “colorada” Quiñones es una bruja del pueblo, una risueña
mujerzota, amiga de Wilson y Rita, que tiene fuertes poderes mágicos en sus
genes y lo demás lo aprendió durante los años que vivió con los brujos
colorados, una tribu indígena del Ecuador.
Hay tres clases de estas energías nocivas, cada una con
diferente origen y potencia: “mal de ojo”, “malaire” y “espanto”. Conseguimos rápido los remedios para curar cualquiera que sea: un huevo natural de gallina, aguardiente
de caña, ruda y flor amarilla.
Como un trabajo que hace todos los días, concentrada, la
“colorada” Quiñones se lava las manos con el aguardiente y la savia de las hierbas y le pasa a
Marti el huevo por el cuerpo mientras murmura frases inaudibles en un ritual
que demanda calma y respeto.
Cuando termina, la bruja toma el huevo –que absorbe las
energías negativas– lo rompe en un vaso de agua y confirma el diagnóstico:
típico “mal de ojo”.
Marta mejora en cuestión de minutos y después de otros dos
días de tratamiento se termina de curar. Ahora, como protección, usa una cinta roja de pulsera. Santo remedio.
| La "colorada" Quiñones, en la puerta de su casa. |
| Remedios recetados: huevo natural de gallina, aguardiente y hierbas varias. |
| Marta (no muy tranquila) en la previa. |
| La "colorada" en acción curando el mal de ojo. |
| Momento crucial para conocer el diagnóstico. |
| Esas formaciones fantasmagóricas indican mal de ojo. |
| La "colorada", Rita y Marta post-tratamiento. Shockeada, pero más tranquila. |