jueves, 18 de octubre de 2012

Diego y Sofía



Cartagena de Indias es la ciudad más linda de Sudamérica. Lejos. Y sin ninguna duda. La zona histórica tiene una cosa de magnetismo mágico que te puede dejar idiota mirando un balcón. Y de repente te pasa por enfrente un carruaje antiguo tirado por un caballo que te saca de ese efecto hipnótico pero para empujarte a otro mundo fantástico.

Historias de piratas, cultura, paisajes, música, entretenimiento, playa y mar, barcos, chivas rumberas, bares y turistas por todos lados. Cartagena está número uno en la lista de ciudades donde podríamos vivir.

En cuanto llegamos damos una primera vuelta para ver el panorama. Acá se respira ese aire de alegre tranquilidad típico de lugar turístico. Lo mejor es que, gracias a que bajé mi ansiedad, ya no me paso de largo las cosas buenas de la vida que me están esperando. Entonces nos topamos con otra sorpresa que cambia nuestro viaje: Diego y Sofía, una pareja de argentinos que viaja por Sudamérica desde hace 2 años. Viven y se mueven en La Daly, una motorhome Mercedes Benz 608 y viajan con Garu, su gato naranja que pasea por el techo y te aplica una fatality ninja de ametralladora de patas si te acercás demasiado.

Justo el día que nos conocemos, Diego y Sofía se despiden de otros cuatro argentinos viajeros que se van en barco a Panamá y desde entonces convivimos como vecinos a una cuadra del mar y frente a un lago del barrio Bocagrande.

Diego y Sofía son diseñadores gráficos. Cada tanto hacen algún trabajo a distancia pero se hicieron artesanos sobre la marcha y más que nada viven de eso. Son tan generosos que pensás que te van a pedir algo. Pero no te piden nada. Te ofrecen lo que querés, te ayudan en lo que necesitás y te regalan lo que pueden. 
Me parece que ellos encarnan el cambio que se está gestando en todo el mundo: están en pleno despertar espiritual, tienen absoluta conciencia ecológica, viven el presente, son vegetarianos y apuntan a la medicina natural. Son fieles al impulso de cumplir sus sueños aunque eso implique ir contra el mandato social. No son consumistas, no les importan los lujos, los autos, la moda, los mejores celulares, la ropa de marca ni cualquier otro símbolo de status que construye una imagen y alimenta al ego.

Quizás por eso tienen una alegría y una paz que te envuelve y te contagia. Y esa especie de presencia escénica que tienen sólo aquellos que están viviendo una vida plena de sentido porque están exactamente en el lugar que quieren y haciendo exactamente lo que quieren.

Entre las cosas que nos regalan, Diego y Sofía nos dan una gorra para pasar y nos empujan a tocar música por los bares. Si nos llega a ir bien, se nos abre una puerta y podríamos seguir viajando. Si nos va mal, deberíamos ir pensando en volver. Queremos cruzar a Panamá así que vamos a ensayar. Esto de vivir viajando se nos volvió una adicción.


Típica esquina de la zona histórica en Cartagena.

Vista aérea de la ciudad amurallada.


Clásicos balcones de Cartagena.

Paseos por la ciudad en uno de éstos. Al caballo no creo que le guste.

La ciudad amurallada fue construida para defenderla de los piratas.

La chiva rumbera te hace un city tour con fiesta incluida.





















Diego y Sofía. Atrás La Daly y Garu debe andar por el techo.

Diego y Sofía eligen vivir viajando. Acá están felices en su parche.

Dentro de La Daly estás como en una casa, perfectamente cómodo.

En La Daly, a punto de comer una mega-picada vegetariana con vino que vino de arriba.
  


Le entramos a una pizza que también vino de arriba. Si quedan dos porciones para cuatro con hambre, Diego las corta al medio y cada uno come un poco más. 

ANTES.

Sofía ataca con la tijera.

DESPUÉS. Un reflejo exterior de una impresionante transformación interior.
La Mimosa y La Daly, vecinas en este lugar increíble



Paseíto en bote por el lago que tenemos en la puerta de casa. Martina me sigue.

Acá estamos viviendo los tres. Al fondo, hoteles y edificios del barrio Bocagrande.



El sombrero que nos regalaron Diego y Sofía. ¿Nos traerá suerte?