lunes, 19 de marzo de 2012

Operativo repuestos

Los problemas son parte de la aventura. Y las personas que te ayudan a resolverlos, también.

José, el Jefe del taller, es ingeniero mecánico y fanático de los autos. Ve que el block del motor está roto en un lugar donde se puede arreglar y decide ayudarnos. Conclusión: sólo necesitamos varios repuestos para poder seguir viaje. Así cambia por completo el panorama y en Buenos Aires se arma un equipo de hierro para que nuestra camioneta vuelva a rodar:




Esteban: asesoramiento y predisposición permanente



Sol (hermana de Marti): finanzas y favores generales


Gonzalo (mi hermano): logística y comunicación (y además me pasó un trabajo para hacer a distancia y recuperar presupuesto)


Mónica (mi vieja): coordinación general y paciencia infinita




















Sin dudarlo ni un segundo, estas personas que por suerte tenemos cerca dejan de lado su propia comodidad y su placentera rutina y se arremangan para empujar nuestra felicidad. Soportan llamados a cualquier hora con mensajes contradictorios, recorren toda la ciudad y discuten con empleados desinformados de varios servicios de correo hasta que logran su objetivo: enviarnos los repuestos que necesitamos.

Mientras esperamos que lleguen, nos alojamos por varios días en la posada del Kuraka, en el centro de Arequipa. “Kuraka” en quechua significa “jefe supremo” que en la época de los Incas gobernaba una comunidad de familias. El encargado y sereno de la posada, don José, es un señor mayor, un romántico empedernido que a la noche le entra al Cuba libre como perro al hueso y se balancea por los pasillos aullando boleros de amor.

En seguida y gracias a la ayuda de nuestro amigo Edgar y sus contactos en Arequipa, nos mudamos a Cayma, una zona muy linda y tranquila. Ahora estamos en una casa grande con jardín que alquilamos por semana y compartimos con Luisito, un estudiante tímido y arrinconado al que casi no vemos pero sabemos que anda por ahí porque cada tanto escuchamos lo que parece la bocina de un tren pero en realidad es Luisito que se está sonando la nariz en algún recoveco del hogar. 

Ya terminó el frío y se acabó la época de lluvia. Ahora el clima es perfecto. Pensar que ni siquiera queríamos pasar por esta ciudad y ya llevamos varias semanas viviendo acá. Es que “Arequipa” en quechua significa “quedaos aquí”, una de esas ironías del destino. 


Fachada de nuestra primera casa en Arequipa.
















Atrás del coso ese está Martina curándose de una alergia.



















Nos mudamos a la casa. Adiós, don José.
















Nuestra nueva casa, totalmente equipada.















La nueva dueña.