Es difícil
salir de un lugar donde no tenés ningún problema. Pero el viaje sigue así que
nos vamos de Montañita y encaramos la ruta para el norte.
Llegamos a
Canoa, otro lindo pueblito donde crece nuestro idilio. Dormimos frente al mar,
compramos pescado y camarones a los pescadores que vuelven con sus lanchas,
cocinamos y comemos en la playa misma mientras Martina colecciona cocos que
destruye con una constancia rabiosa. Estamos tan felices que un poco nos
preocupa.
Después de
varios días así seguimos avanzando por la ruta del sol y llegamos al noroeste
del país. Hoy, mientras manejo, tengo una sensación de miedo, una premonición
que no llega a ser clara pero definitivamente no me gusta. Supongo que es mi
cabeza que no para.
Avanzamos a
60 km por hora y todo está tranquilo, el paisaje costero de Ecuador es
alucinante, sierras de vegetación, lindo mar, puestitos de venta de cocos al
costado de la ruta. De pronto… prak! Tremendo ruido en el motor. Otro mazazo
que nos destroza la fantasía. Tengo que frenar para mirar a este nuevo monstruo
de frente pero desde ya me suena grande y peligroso. Avanzamos unos 10 metros y
estaciono en la primera casa que veo. Es una cabaña perdida en la ruta. El dueño
sale a la puerta alertado por el ruido a matraca gigante.
-
Perdón,
buenos días. Tengo un problema, ¿puedo parar un rato acá con la camioneta? –le
pregunto mientras trato de evaluar si es un asesino serial.
-
Claro,
no hay problema. Yo soy mecánico y también tengo un Mercedes. –me contesta. Eso
suena grave, hay algo roto dentro del motor.
Y el mundo
se nos viene abajo por tercera vez en 2 países. En seguida también sale de la
casa la señora, que se limpia las manos con un repasador y sonríe como
entretenida con la situación. Pero nos ve abatidos y se conmueve. Marti le
cuenta que venimos desde Buenos Aires, estamos cumpliendo un sueño y es la
tercera vez que se nos rompe el motor.
-
En
la vida todo pasa por algo. –nos dice con una sonrisa y la intención de
consolarnos. Quizás ya sea el momento de volver, ¿no creen?
 |
Yolanda, la encargada del camping de Montanita, nos despide. |
 |
Martina, adicta a los cocos. |
 |
Canoa, lindo pueblito de pescadores. |
 |
Puestitos de estos por toda la playa de Canoa. |
 |
Lindos días en Canoa. |
 |
Días, tardes y noches de idilio. |
 |
Ahí estamos, otra vez varados al costado de la ruta. |
 |
Nuestro nuevo hogar es al noroeste de Ecuador. |
 |
Estamos en esta casita, con buena gente, quién sabe por cuánto tiempo. |